jueves, 24 de mayo de 2012

Drive - El Escape



Mientras que en estos días se lleva a cabo el Festival de Cannes, ha llegado a nuestra cartelera una cinta que justamente fue estrenada en ese festival el año pasado. Drive (2011), está dirigida por Nicholas Winding Refn y es definitivamente de lo más interesante que vamos a ver en nuestros cines estos días.

La película gira en torno a la figura de un conductor sin nombre, personaje interpretado por Ryan Gosling. Desde el inicio el director juega al misterio con su personaje, no sabemos quién es en realidad. Primero lo vemos como el conductor de un automóvil en un robo para luego verlo como doble de acción en la realización de una película. El conductor no es un personaje carismático, Gosling prácticamente no emite palabra alguna sino hasta bien avanzada la historia. Lo único que escuchamos de él es a través de la voz en off que va relatando secuencias de lo que estamos viendo.

Mientras Winding Refn va presentando al personaje, también va presentando a Los Ángeles como una ciudad atrapada en su inmensidad, saturada por sus propias luces pero llena de sombras. La película empieza con la escena del escape luego de un robo, Gosling conoce todas las calles de la ciudad, evita ser atrapado pero al mismo tiempo reta a la policía a que lo persigan. Busca la acción en lo que hace, manteniendo siempre el rostro inamovible y solo con un mondadientes en la boca.

Gosling empieza siendo el Steve McQueen de Bullitt, aquel que se encuentra a si mismo únicamente dentro de su vehículo. Cuando está en otros lugares parece un fantasma que no sabe qué hacer. Es realmente cuando esta frente al timón cuando vive.

La historia luego presenta a Irene, su vecina. Una bella madre joven que tiene a su esposo en prisión y que encuentra en el conductor anónimo a la figura masculina ausente. En ese momento, el personaje de Gosling empieza a evolucionar, lo vemos tratando de vencerse a sí mismo y buscando ese espacio familiar ausente en su propia vida.

Incluso en esos momentos, es a través de la velocidad que el conductor manifiesta lo que siente. Los vemos paseando en las pistas que fueron el escenario de la recordada carrera de John Travolta en Grease (1980).

Pero el director sabe que en Los Ángeles estamos frente al boulevard de los sueños rotos. Y el sueño que empieza a construirse llega a su fin cuando el esposo de Irene sale de la cárcel y el conductor busca ayudarlo en el problema que tiene con unos jefes mafiosos de la ciudad.

El giro que da la historia es de 180 grados, todo tipo de romanticismo queda atrás y estamos ante una película violenta, donde la lealtad no es una palabra que se encuentra en el diccionario. En este momento el papel de Gosling recuerda mucho al Vengador Anónimo que interpretaba Charles Bronson en Death Wish (1974).

Su misión es evitar que Irene y su hijo caigan en manos de la mafia y para eso asume el rol del héroe sangriento. En ese momento, vemos que detrás de la tranquilidad del rostro del conductor se esconde un asesino brutal. De igual manera, conocemos a los jefes mafiosos que quieren su cabeza. Los actores Ron Perlman y Albert Brooks interpretan a dos big shots que parecen salidos de una película de los años 80. Pero es Bernie Rose, interpretado por Brooks, el más interesante de ellos, al igual que el conductor es un hombre despiadado que es capaz de sonreír y matar al mismo tiempo.

El desenlace de la historia puede ser sacado de una tragedia griega, donde los personajes han perdido identidad. No existen héroes ni antihéroes, solo existe violencia.

Nicholas Winding Refn dirige la película de manera excepcional. No busca momentos de acción muy largos sino cortos pero bien estructurados. Alternando las tomas externas con la visión misma del personaje del conductor. Por momentos se recurre a planos pausados en los cuales la emoción se contiene para luego concluir en un momento impactante.

De igual modo, el director utiliza a Los Ángeles como una ciudad con tantos claroscuros como las personas que viven en ella. En la ciudad la ley no existe, la policía solo se escucha por la radio, son los jefes de la mafia los verdaderos dueños de la calle. En estos momentos, Winding Refn recuerda al Martin Scorsese de Mean Streets (1972) o Taxi Driver (1976), es decir nos muestra lo peor de esta ciudad que tiene todo tipo de psicópatas viviendo en ella.

Otro factor que hace de Drive una película interesante es ese espíritu ochentero que se siente en todo momento. Como si la ciudad no hubiera progresado y se hubiera estancado en esa época de luces fosforescentes, casacas llamativas y canciones que mezclan el rock con el pop.

El manejo de las escenas violentas es notable, Winding Refn continúa la tradición de grandes como Tarantino o Cronenberg para esos momentos brutales. El elemento humano de la película está a cargo de Irene, interpretada por Carey Mulligan, a quien Winding Refn utiliza como un ángel que se desplaza por la pantalla y que contrarresta con su dulzura la dureza de la trama. Una vez más, Mulligan da una actuación notable, su talento solo es equiparable a su belleza.

Pero la película le pertenece a Ryan Gosling, que está muy bien en todo momento. Al control del personaje, convertido en todo un justiciero urbano. Pero la mejor actuación de la cinta es la de Albert Brooks como Bernie Rose. Su papel le da un nuevo rostro al mal, pasando del carisma inicial, de la confianza que nos da cuando lo vemos apostar por su amigo a la brutalidad cuando lo vemos ensuciar sus manos con sangre. En todo momento, con la seguridad que esa es su vida, que pertenece a una “familia” que quizás sea tan violenta como él. Gran actuación de Brooks a quien no se veía en pantallas recientemente.

El producto final es una película casi poética. Una cinta de acción pero que refleja un gran gusto por parte de su director. Es ciertamente, una película de autor. Nicholas Winding Refn se ganó el Premio al Mejor Director el año pasado en el Festival de Cannes por esta cinta, un honor más que merecido. 

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