Mientras que en
estos días se lleva a cabo el Festival de Cannes, ha llegado a nuestra
cartelera una cinta que justamente fue estrenada en ese festival el año pasado.
Drive (2011), está dirigida por
Nicholas Winding Refn y es definitivamente de lo más interesante que vamos a
ver en nuestros cines estos días.
La película gira
en torno a la figura de un conductor sin nombre, personaje interpretado por
Ryan Gosling. Desde el inicio el director juega al misterio con su personaje,
no sabemos quién es en realidad. Primero lo vemos como el conductor de un
automóvil en un robo para luego verlo como doble de acción en la realización de
una película. El conductor no es un personaje carismático, Gosling
prácticamente no emite palabra alguna sino hasta bien avanzada la historia. Lo
único que escuchamos de él es a través de la voz en off que va relatando
secuencias de lo que estamos viendo.
Mientras Winding
Refn va presentando al personaje, también va presentando a Los Ángeles como una
ciudad atrapada en su inmensidad, saturada por sus propias luces pero llena de
sombras. La película empieza con la escena del escape luego de un robo, Gosling
conoce todas las calles de la ciudad, evita ser atrapado pero al mismo tiempo
reta a la policía a que lo persigan. Busca la acción en lo que hace,
manteniendo siempre el rostro inamovible y solo con un mondadientes en la boca.
Gosling empieza
siendo el Steve McQueen de Bullitt, aquel que se encuentra a si mismo
únicamente dentro de su vehículo. Cuando está en otros lugares parece un
fantasma que no sabe qué hacer. Es realmente cuando esta frente al timón cuando
vive.
La historia
luego presenta a Irene, su vecina. Una bella madre joven que tiene a su esposo
en prisión y que encuentra en el conductor anónimo a la figura masculina
ausente. En ese momento, el personaje de Gosling empieza a evolucionar, lo
vemos tratando de vencerse a sí mismo y buscando ese espacio familiar ausente
en su propia vida.
Incluso en esos
momentos, es a través de la velocidad que el conductor manifiesta lo que
siente. Los vemos paseando en las pistas que fueron el escenario de la
recordada carrera de John Travolta en Grease
(1980).
Pero el director
sabe que en Los Ángeles estamos frente al boulevard de los sueños rotos. Y el
sueño que empieza a construirse llega a su fin cuando el esposo de Irene sale
de la cárcel y el conductor busca ayudarlo en el problema que tiene con unos
jefes mafiosos de la ciudad.
El giro que da
la historia es de 180 grados, todo tipo de romanticismo queda atrás y estamos
ante una película violenta, donde la lealtad no es una palabra que se encuentra
en el diccionario. En este momento el papel de Gosling recuerda mucho al
Vengador Anónimo que interpretaba Charles Bronson en Death Wish (1974).
Su misión es
evitar que Irene y su hijo caigan en manos de la mafia y para eso asume el rol
del héroe sangriento. En ese momento, vemos que detrás de la tranquilidad del
rostro del conductor se esconde un asesino brutal. De igual manera, conocemos a
los jefes mafiosos que quieren su cabeza. Los actores Ron Perlman y Albert
Brooks interpretan a dos big shots que parecen salidos de una película de los
años 80. Pero es Bernie Rose, interpretado por Brooks, el más interesante de
ellos, al igual que el conductor es un hombre despiadado que es capaz de sonreír
y matar al mismo tiempo.
El desenlace de
la historia puede ser sacado de una tragedia griega, donde los personajes han
perdido identidad. No existen héroes ni antihéroes, solo existe violencia.
Nicholas Winding
Refn dirige la película de manera excepcional. No busca momentos de acción muy
largos sino cortos pero bien estructurados. Alternando las tomas externas con
la visión misma del personaje del conductor. Por momentos se recurre a planos
pausados en los cuales la emoción se contiene para luego concluir en un momento
impactante.
De igual modo,
el director utiliza a Los Ángeles como una ciudad con tantos claroscuros como
las personas que viven en ella. En la ciudad la ley no existe, la policía solo
se escucha por la radio, son los jefes de la mafia los verdaderos dueños de la
calle. En estos momentos, Winding Refn recuerda al Martin Scorsese de Mean Streets (1972) o Taxi Driver (1976), es decir nos
muestra lo peor de esta ciudad que tiene todo tipo de psicópatas viviendo en ella.
Otro factor que
hace de Drive una película interesante es ese espíritu ochentero que se siente
en todo momento. Como si la ciudad no hubiera progresado y se hubiera estancado
en esa época de luces fosforescentes, casacas llamativas y canciones que mezclan
el rock con el pop.
El manejo de las
escenas violentas es notable, Winding Refn continúa la tradición de grandes
como Tarantino o Cronenberg para esos momentos brutales. El elemento humano de
la película está a cargo de Irene, interpretada por Carey Mulligan, a quien
Winding Refn utiliza como un ángel que se desplaza por la pantalla y que contrarresta
con su dulzura la dureza de la trama. Una vez más, Mulligan da una actuación
notable, su talento solo es equiparable a su belleza.
Pero la película
le pertenece a Ryan Gosling, que está muy bien en todo momento. Al control del
personaje, convertido en todo un justiciero urbano. Pero la mejor actuación de
la cinta es la de Albert Brooks como Bernie Rose. Su papel le da un nuevo
rostro al mal, pasando del carisma inicial, de la confianza que nos da cuando
lo vemos apostar por su amigo a la brutalidad cuando lo vemos ensuciar sus
manos con sangre. En todo momento, con la seguridad que esa es su vida, que
pertenece a una “familia” que quizás sea tan violenta como él. Gran actuación
de Brooks a quien no se veía en pantallas recientemente.
El producto
final es una película casi poética. Una cinta de acción pero que refleja un
gran gusto por parte de su director. Es ciertamente, una película de autor.
Nicholas Winding Refn se ganó el Premio al Mejor Director el año pasado en el
Festival de Cannes por esta cinta, un honor más que merecido.
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